Sobre el camino (prólogo del núm. 3)

"El poema puede hacerse un ovillo
pero es para volver otra vez
sus signos agudos hacia afuera"
Jacques Derrida

 

EN EL ESTÓMAGO AHUECADO DE SUS ÁRBOLES
(a modo de prólogo)


Un camino solo es un camino cuando tiene un sentido. El sentido del camino siempre apunta hacia afuera. El camino es el afuera. Si un camino sirve para transitar de un lugar a otro, ese otro tiene que estar afuera. Un camino no es un puente. Un puente es una estructura inmóvil que busca una presencia constante y visible. Todo lo contrario, a un camino. Un camino no une dos espacios, transita dos espacios. Un camino es móvil, puede llevarse como un mapa en el bolsillo. Un camino es frágil, su presencia solo aparece cuando está en uso, cuando apunta hacia afuera. Es cierto que se puede ver un camino a lo lejos, pero no como una estructura, sino como líneas, curvas, límites. Ver un camino no hace un camino. El camino se hace en uso. Un camino no es un territorio nacional. Uno no puede apropiarse de un camino. Un camino es tierra de nadie. Una fruta cae en el camino y es de nadie, es del que la encuentra. Un camino es un territorio desterritorializado.


Un camino es la huella de una presencia que no puede borrarse. Si la huella se borra el camino desaparece. Un camino es la suma de todas las huellas hecha sentido. El rastro que deja el camino al empezar es la huella de todos los caminantes. A pesar de que el caminante ya no está, algo de lo desaparecido perdura. El desaparecido es el caminante. Un camino de tierra nunca es idéntico a sí mismo. Un camino de tierra es un camino en medio de la tierra. En su propia identidad está la diferencia de todos los caminantes, en el momento preciso que deja su huella. En el interior de lo idéntico está lo otro. De allí que un camino sea también alteridad. Lo ausente así resulta presentado. Regresa en esa huella, en la acción misma de su diferencia, en el momento justo de su desaparición. Sin una huella que retuviera al otro en el mismo camino ningún sentido aparecería.


Esta es la idea presente y que presenta este fanzine. Los textos seleccionados son las huellas de cada uno de los colaboradores en el momento justo de su desaparición. Uxía Sánchez García, Joaquín Casado Palenzuela, Iria Fariñas, Mónica Picorel, Jaime Sánchez Marín, Marina Serrano, Javier Navarro-Soto Egea, Anaïs Rivas Sentís, Carlota Campomanes, Francesc Xavier Arqué Roca y Marcos Cárcamo. Muchas gracias. Presentados no en un orden jerárquico ni genérico, sino en el orden de la lectura. Son seleccionados no solo por su valor estrictamente literario o estético, sino también por su valor de diferencia en la escritura. Cada uno intenta borrar sus propias marcas de género, su propio tematismo y sus propias palabras. Borrar su propia identidad para hacer reaparecer su diferencia. Y el objetivo del fanzine es justamente ese. Crear un camino, una plataforma, un soporte que sea capaz de retener todas las huellas de todos los caminantes, de todos los colaboradores, pero presentando su respectiva alteridad en su más absoluta presencia y singularidad. Un camino de tierra, pero en medio de la tierra.

El editor